Hay dos lados en la oración que deben ser entendidos. El primero trata de nuestra autoridad contra las obras del enemigo (la montaña). Todo lo que se caracteriza por "robar, matar o destruir" (Juan 10:10) coas contra las que podemos hablar, reprender o maldecir. La clave para una oración efectiva es creer sin dudar que ya tienes el resultado deseado. No hablamos con nuestras montañas para convencernos o para construir nuestra fe. Hablamos a nuestras montañas porque sabemos que deben someterse a nuestras palabras. El segundo elemento de la oración es recibir por la fe todo lo que se nos ha dado a través de la redención. La sanidad es nuestra, la paz es nuestra, la provisión es nuestra, la alegría, la protección, etc. Pedimos y recibimos lo que nos pertenece tanto como vamos al banco con un cheque para retirar dinero de nuestra cuenta. Sabemos que está en el banco, y nuestro cheque se presenta en fe sin dudar. Esa es una buena descripción de preguntar con fe. No presentamos el cheque llenos de dudas. Si sabemos que el dinero es nuestro, presentamos los cheques totalmente convencidos de que el dinero será entregado. Es como si estuviéramos hablando con un perro desobediente. Si sabemos que, como dueños del perro, tenemos autoridad sobre él, usamos esa autoridad sin pensarlo dos veces. El perro conoce nuestra voz y nuestros gestos y el conoce nuestra autoridad. Sin embargo, si estamos hablando con un perro extraño, no podemos estar seguros si va a escuchar nuestra reprensión o no. No hay la misma certeza y confianza. Le hablamos con la "esperanza" de que responderá como deseamos. Pero hasta que "veamos" los resultados, no creemos. Sin embargo, con nuestro propio perro, ya conocemos los resultados incluso antes de hablar. Ese perro va a obedecer o sufrir las consecuencias. No hay duda. Es lo mismo en la oración. Hablarle a nuestros problemas o enfermedades antes de que estemos convencidos, rara vez tendrá mucho efecto. La clave para una oración efectiva es conocer el resultado de antemano. Estamos tan convencidos de la voluntad de Dios, de nuestra autoridad en Cristo y del resultado espiritual y físico, que hablar al problema es sólo la pieza final del rompecabezas. Pone en movimiento lo que ya está asegurado en el Espíritu. Por lo tanto, debemos pasar el tiempo necesario en la Palabra y la oración hasta que la seguridad se manifieste en nuestro corazón. Cuando el Espíritu da testimonio de nuestro espíritu, entonces sabemos que nuestras palabras afectarán el cambio en los mundos invisibles y visibles. No hay una fórmula para esto. Es el fruto de una relación con Dios a través de Su Palabra que nos lleva a un lugar de completa confianza, fe y autoridad a través de Jesús. El área final a considerar es la de dar gracias. La seguridad de la fe significaría que desde que se recibió la respuesta, se puede dar gracias incluso antes de la manifestación de la respuesta. Una vez que sabemos que sabemos que estamos sanados, damos gracias a Dios. La alabanza y la acción de gracias son armas poderosas para acelerar la manifestación de nuestra respuesta.
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