Entender que, ante la culpa, conscientemente puedo hacer uso de la disculpa.
¿Cómo lidias con el sentimiento de culpa?
¿Intentas justificar sus fallas?
¿La atribuyes a otros?
Encubres ¿Escondes e intentas vivir normalmente?
¿Quedas angustiado y encerrado?
¿Buscas el perdón de Dios y asumes las consecuencias?
Dios puede convertir cualquier maldición en bendición.
Leamos:
Gén. 3:10 - “Oí tu voz […] y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí”.
La culpa es un sentimiento de tristeza por el error. El vacío entre lo que no hice y lo que debería haber hecho es la base de la culpa que se vuelve frustración. Este sentimiento puede convertir una persona en prisionera y nunca podrá ser impulsada a vivir en la libertad en Dios. La prisionera deja de afrontar sus dilemas de rodillas para vivir criticándose, disculpándose, tratando mal y culpando a otros, deprimiéndose o escondiéndose en el aislamiento y/o en los vicios. Por otro lado, la persona libre reconoce su condición y se humilla delante de Dios a fin de alcanzar misericordia.
La visita periódica de Dios a Adán y Eva siempre era motivo de alegría, pero no esta vez. Conscientes del error cometido contra sí mismos y contra Dios, acribillados por un profundo sentimiento de culpa, primeramente buscan aliviar la consciencia haciendo uso de vestimentas frágiles y después intentan hacerle creer a Dios que se escondían porque estaban desnudos. Buscaban ocultar el pecado “invisible” detrás de sus consecuencias visibles. Una disculpa consciente motivada por el nítido sentido de culpa.
Solo para meditar
- “Adán no podía negar ni disculpar su pecado; pero en vez de mostrar arrepentimiento, culpó a su esposa, y de esa manera al mismo Dios: ‘La mujer que me diste por compañera me dio del fruto y yo comí’” (Gén. 3:12).
- Cuando la mujer fue interrogada: “¿Qué es lo que has hecho?” contestó: “La serpiente me engañó, y comí” (Gén. 3:13). “¿Por qué creiste a la serpiente? ¿Por qué la dejaste entrar en Edén? - Estas eran las preguntas implícitas en sus disculpas por su pecado.
Dios confronta a la pareja para motivarlos a admitir su necesidad de ayuda. Aun así, lo que recibe a cambio es una proyección interminable de la culpa sobre si mismo que reverbera hasta el día de hoy, tal como: “La mujer que tú me diste”, “La serpiente [que tú creaste] me engañó”, “¿Dónde estaba Dios que no vio esta tragedia?”, “Toda la culpa es suya...!”, .
Para pensar:
- ¿Por qué Adán no se presentó enseguida ante el Señor? y hablo sin justificarse, sin echar culpas a otros, sin negación de pecado, sin negación de las responsabilidades de mis acciones, son como murallas que me imposibilitarán desarrollar la confesión ante mi semejante y mi Señor. De esta manera, pospongo mi liberación de la opresión generada por la culpa haciendo uso de diversas herramientas de disculpa, además de promover inconscientemente innumerables dolencias sobre mí mismo (Prov. 17:22).
Sea honesto con usted mismo y contéstese esto:
• - ¿De qué manera negar las responsabilidades propias puede llevar a la culpa?
• ¿Por qué somos más propensos a dar disculpas que a asumir nuestra culpa?
• ¿En qué medida la humanidad adolece por la opresión del sentimiento de culpa?
• ¿Qué debo hacer para verme librado de la culpa?
• Culpa, disculpa o confesión: ¿Cuál es la mejor salida?
CONCLUSIÓN
“El espíritu de justificación propia tuvo su origen en el padre de la mentira, y lo han manifestado todos los hijos e hijas de Adán. Las confesiones de esta clase no son inspiradas por el Espíritu divino, y no serán aceptables para Dios. El arrepentimiento verdadero induce al hombre a reconocer su propia maldad, sin engaño ni hipocresía. Como el pobre publicano que no osaba ni aun alzar los ojos al cielo, exclamará: “Dios, ten misericordia de mí, pecador” (Luc. 18:13) y los que reconozcan así su iniquidad serán justificados, porque el Señor Jesús presentará su sangre en favor del alma arrepentida.”
Ilustración:
"Un hombre andaba tan profundamente perturbado
por sus pecados que, cierta noche, tuvo un sueño en el que veía a
Jesús siendo brutalmente azotado por un soldado. A cada golpe
cruel él podía ver las nuevas y terribles marcas que se sumaban
a las anteriores. Al no poder soportar más la escena, agarró al
soldado por detrás intentando impedir que bajase el brazo para
aplicar el siguiente golpe. En ese momento el soldado se volvió
hacia él, y para su espanto, el rostro que vio era su proprio rostro."
Recuerde:
“El castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga
fuimos nosotros curados” Isa. 53:5.
Somos nosotros mismos los que llevamos a Jesus a la cruz, solo tenemos que reconocer nuestra culpa y nuestra responsabilidad al pecar,
Feliz Lunes
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