Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. Marcos 9:-23 La clave para una oración efectiva es creer sin dudar que ya tienes el resultado deseado. No hablamos con nuestras montañas para convencernos a nosotros mismos o para construir nuestra fe. Hablamos a nuestras montañas porque sabemos que deben someterse a nosotros. Es como si le estuviéramos hablando a un perro desobediente. Si sabemos que como propietario del perro tenemos autoridad sobre el perro, usamos esa autoridad sin pensarlo dos veces. El perro conoce nuestra voz y nuestros gestos y el perro conoce nuestra autoridad. Si habláramos con un perro extraño, no podríamos estar totalmente seguros de que escuche nuestra reprensión. No tenemos la misma certeza y confianza. Le hablamos "esperando" que responda como deseamos. Pero hasta que "vemos" los resultados, no creemos. Estamos caminando por vista, no por la fe. Sin embargo, con nuestro propio perro, conocemos los resultados incluso antes de hablar. Ese perro va a obedecer o sufrir las consecuencias. No hay duda. Lo mismo pasa con la oración. Hablar de nuestros problemas o enfermedades antes de que estemos convencidos, rara vez tendrá mucho efecto. La clave para una oración efectiva es conocer el resultado de antemano. Estamos tan convencidos de la voluntad de Dios, de nuestra autoridad en Cristo y del resultado espiritual y físico que hablar del problema es solo la pieza final del rompecabezas. Pone en movimiento lo que ya se ve en el Espíritu. Por lo tanto, debes pasar el tiempo necesario en la Palabra y la oración hasta que la seguridad se manifieste en nuestro corazón. Cuando el Espíritu da testimonio de nuestro espíritu, entonces sabemos que nuestras palabras efectuarán cambios en los mundos invisibles y visibles. No hay una fórmula para esto. Es el fruto de una relación con Dios a través de Su Palabra que nos lleva a un lugar de completa confianza, fe y autoridad a través de Jesús.
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